La delicada situación social y política que vivía España estuvo a punto de impedir la celebración de la segunda edición de la Vuelta y hasta el mismo día de su comienzo no se pudo confirmar el inicio de la ronda española. El esperado duelo entre los dos primeros clasificados del año anterior, Deloor y Cañardo, se vio truncado por una caída del español en la primera etapa. Un perro se cruzó en el camino de Cañardo y éste se fue al suelo, sufriendo múltiples heridas en las piernas y en la cabeza. Pese a ello logró llegar a la meta, aunque sus opciones de liderar la clasificación el último día ya habían desaparecido totalmente.
El belga ya no abandonó el liderazgo y se dedicó a ayudar a su hermano Alphonse para que consiguiriera el segundo puesto, algo que logró gracias a la involuntaria colaboración de Escuriet, segundo clasificado hasta la penúltima etapa, en la que sufrió una terrible pájara que le relegó al quinto puesto final.
La victoria, segunda consecutiva, de Deloor se vio revalorizada con la presencia de ciclistas de la calidad de Berrendero, revelación en aquella edición, Delio Rodríguez y Vicente y Fermín Trueba, quienes aumentaron el prestigio de la ronda española.
Esta edición resultó menos espectacular que la anterior, pero mucho más racional, con etapas más cortas que permitían a los ciclistas dosificar mejor su esfuerzo. Entre los españoles destacó, además de Escuriet y Berrendero, Vicente Carrero, quien se reveló como el mejor esprinter de nuestro país y dejó como muestra cinco triunfos de etapa.
La Guerra Civil se cruzó bruscamente en la progresión de la Vuelta, que estuvo cuatro años sin poder celebrarse, y en la de las principales estrellas del momento, como Julián Berrendero, quien vivió el enfrentamiento directamente, ya que en aquella época cumplía sus deberes militares. Berrendero estuvo en varios campos de concentración, en los que experimentó los rigores de la guerra y de donde pensó, en alguna ocasión, que no iba a salir.